¿Qué aspecto tiene una pulga?

“¿Qué aspecto tiene una pulga o cómo es?”– es una de las preguntas, que más a menudo nos hacen nuestros clientes cuando nos llaman. A veces confunden las pulgas con las chinches de la cama; también confunden las picaduras que dejan las pulgas y las chinches.
Según la idea que tiene la inmensa mayoría de las personas sobre la pulga, ésta no es más que un punto negro que se aleja de un salto cuando uno trata de cazarla. Los detalles solo aprecian si los ampliamos considerablemente. Quien disponga de un microscopio y también de una pulga, tendría que contemplarla alguna vez aumentada. Con el fin de verla libres de prejuicios, hemos de adquirir ante todo conciencia de que el hombre no es el personaje principal para la estirpe de las pulgas. En la piel de perros, gatos, ratones y otros mamíferos, así como entre las plumas de un sinnúmero de aves, hay tantísimas pulgas que han encontrado su hogar, que las colonias en los cuerpos humanos resultan, en comparación, matemáticamente inexistentes.
Por esta razón su cuerpo está construido de tal modo, que pueden deslizarse con la mayor facilidad por entre el plumaje más apretado o la pelambrera más densa. Aplanados hacia los lados, se abren paso ágilmente por el más espeso bosque de pelos, para que su aquillada frente vaya apartando el vello al igual que la proa de un bote contra las olas. La trompa picadora se orienta oblicuamente hacia abajo y hacia atrás, las antenas pueden ser recogidas en dos depresiones que hay a lo largo de los costados de la cabeza, no advertimos ningún cuello delgado ni ningún talle esbelto que separen a la cabeza del tórax y al tórax del abdomen, tal como suele ser corriente en los demás insectos.
Las duras espinas y peines espinosos del cuerpo y las patas, dirigidas todas hacían atrás, les sirven de apoyo cuando se deslizan por la piel, y de anclas las firmes garras en los extremos de los tarsos.
El par de patas posteriores es de una constitución particularmente fuerte. Son las patas soltadoras. No sólo adquieren una importancia de vida o muerte en caso de huida, sino que son también de una significación vital cuando han de saltar desde el suelo hasta un hombre o un animal con el fin de aplacar su hambre. Una pulga puede dar unos saltos de unos diez centímetros de altura y de más de treinta de longitud. Esto no es gran cosa en realidad. Pero, a fin de cuentas, un hombre adulto que quisiera repetir igual proeza en proporción a su estatura, tendría que ejecutar un salto de cien metros de alto y más de trescientos de largo. Para un saltarín de esa índole, resultaría una menudencia pasar por encima de la estación principal de ferrocarril de una ciudad como Munich en Alemania.
El salto de la pulga no se basa únicamente en la fuerza muscular. En el aparato saltatorio, en una parte muy bien delimitada, se encuentra una pequeña tira membranosa hecha de una proteína (resilina). Esa sustancia supera en mucho la mejor de las cintas elásticas. Cuando la pulga se dispone a saltar, extiende esa tira mediante la acción muscular, y al ejecutar el salto, se distiende esa tira mediante un mecanismo parecido al del gatillo. Gracias a esto son apoyados firmemente los músculos que intervienen en el salto, y gracias a esto se explican el carácter repentino a la gran amplitud del salto.
Los ojos de la pulga se encuentran muy débilmente desarrollados y no pueden diferenciar seguramente a un hombre del tronco de un árbol. Quizá perciban nuestros movimientos como un juego de sombras. Mucho más importante son, con toda certeza, los órganos olfatorios que están situados en las antenas. No obstante, es realmente bien poco lo que se sabe sobre la vida sensorial de las pulgas.
Al final y al cabo, una pulga no más que es un insecto plaga hematófago y el trasmisor de las enfermedades; al mismo tiempo, como pasa a menudo, la naturaleza ha desarrollado a este insecto en tan forma, que algunos aspectos de su biología y de su comportamiento son verdaderamente sorprendentes.