El aspecto de las chinches

Sobre el aspecto y las costumbres de las chinches

La mayoría de las chinches poseen alas y saben utilizarlas muy bien. En la chinche común, que conocemos como chinche de la cama, las alas posteriores están completamente atrofiadas, y las anteriores o hemiélitros se convierten únicamente en unos muñones en forme de escama. Han olvidado el arte de volar, y sólo porque la naturaleza suele aferrarse con tan inaudita tenacidad a sus viejas costumbres es por lo que incluso hoy en día toda la nueva generación de chinche presenta esos raquíticos rudimentos.

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Y tantos más ágiles son a pie. Como solo visitan al hombre para saciar el hambre, regresando a sus madrigueras cuando se sientan satisfechas, su recorrido habitual es una marcha de ida y vuelta entre sus rincones de refugio y el lecho humano. Como escondites prefieren grietas y junturas en el armazón de la cama o en los marcos de los cuadros, en el alicatado de las paredes o detrás de los tapices.

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Su cuerpo aplastado les resulta una gran ayuda. Atacan a las personas dormidas porque sienten placer por la calma y oscuridad. Como sus cuarteles habituales se encuentran situados por regla general no muy lejos de las camas, esas marchas no son realmente cosa del otro mundo. Pero acuciadas por el hambre son capaces de recorrer considerables distancias. Se las puede ver a veces saliendo en manadas de una casa plagada por las chinches, que haya sido abandonada por su propietario. Corretean por los muros exteriores de la casa en busca de otros campos de acción. Y si el hambre es suficientemente grande, superarán también de repugnancia por la luz, y el vecino observará consternado cómo le entran por la ventana abierta a plena luz del día.Con frecuencia, sin que esos animalitos pongan nada de su parte, son llevados a una casa junto con muebles infestados, marcos de cuadros y otros artículos, o con ropa o mudas de cama. Pero existen además otras posibilidades para que uno llegue a tener chinches. La chinche común no está encaprichada en modo alguno únicamente por la sangre del hombre, sino que ataca también a gatos y perros, ratas y ratones, murciélagos y conejos. También pasa a los estorninos, los gorriones y las golondrinas; las gallinas y las palomas se encuentran a veces completamente invadidas por ella. Y así, por ejemplo, un corral de gallinas, o un nido abandonado de golondrinas en la cornisa de la casa, pueden convertirse en una fuente de chinches. Hasta pudo observarse en cierta ocasión cómo unas chinches salían de un palomar sobre el que había colocado un punto de apoyo para los cables telegráficos; y de este modo, correteaban por los cables en busca de una vivienda.

Como vemos, se encuentran en todos aquellos animales que tienen sus hogares en las habitaciones humanas o en su inmediata cercanía. Parece ser que no son muy melindrosas en los que respecta al sabor de la sangre, así como tampoco  en los que al espacio vital de las victimas atañe. Vínculos estos cuyas raíces han de remontarse probablemente a muy antiguos tiempos. Ya en las edades prehistóricas, en tanto que amantes de la sequedad y del calor, tuvieron que ser parásitos de aquellos animales que tuvieron sus nidos o lugares de reposo en protegidas cuevas. El hombre primitivo se convirtió entonces en habitante de las cavernas y trajo consigo una ampliación de las oportunidades ecológicas para las chinches. Desde el punto de vista de éstas, todos los adelantos en la vivienda humana, desde las simples cabañas hasta las casas actuales, no han sido más que una modernización de las cuevas, cuyas propiedades fundamentales (la sequedad y la temperatura constante) no sólo fueron conservados, sino que mejoraron.

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